
Después, llegó el
momento irremediable de la eutanasia, un proceso muy importante para mi mascota
y yo. La encrucijada en la que te encuentras ante la importantísima decisión de
que tu perrito abandone este mundo. Que esa decisión recaiga en tus manos es
muy fuerte, yo no soy Dios ¿Cómo puedo yo decidir sobre la vida o la muerte de
otro ser?
Una vez tomada la
decisión por el bien de mi niño y para ahorrarle más sufrimiento y dolores, me
encuentro de nuevo con la frialdad del intento de realizar la eutanasia allí
mismo, en aquella jaula fría y distante. Por ahí sí que no pasé, pedí por favor
que me dejaran arropar a mi compañerito en su partida, era nuestra despedida y
tenía que ser algo íntimo entre él y yo. Quería arroparlo, tranquilizarlo y que
me sintiera cerquita en su tránsito al más allá.
Esta experiencia me
ha hecho reflexionar mucho, sobre todo en lo lejos que estamos todavía de
sensibilizarnos en que los humanos y sus mascotas son una familia y como tal en
momentos delicados de enfermedades, ingresos y eutanasias, las clínicas
veterinarias deberían estar preparadas y acondicionadas para que los familiares
puedan visitar a sus mascotas en un horario más prolongado, siendo posible el
contacto físico y en momentos de eutanasia dejarles su espacio, su momento de
adaptación y duelo.
Reflexionado esto, me pregunté también que pasaba con los animales después de su muerte, ¿dónde
van nuestras mascotas cuando dejan este mundo? Me puse a buscar y encontré este
interesante artículo que me gustaría compartir con ustedes por si les puede
servir de ayuda y conocimiento.
Carmen Peña.
Artículo
de Daniela Camino,
experta en distintas técnicas energéticas y en comunicación y telepatía con
animales
Quizás uno de los dolores más incomprendidos por la sociedad es el que nos produce la muerte de un
compañero animal. Normalmente no se nos da el apoyo, la comprensión
o el espacio para procesar este duelo, para sanar la pérdida de quien en vida
hubiera sido, quizás, nuestra única fuente de amor incondicional.
Sin embargo, algo triste sobre estos casos es que no
es común que se realicen procesos de duelo sobre estás pérdidas, y tampoco se
le da espacio a la persona de procesar el dolor y sanar. Esto es
particularmente perjudicial para aquellos que encuentran en sus mascotas una
fuente única de amor verdadero.
Sí: el perro, gato, caballo, conejo que nos acompañaba en
aparente silencio es para mucha gente la única fuente de un amor
que no pide nada a cambio, de un compañero que nos conoce y no
nos juzga. Por ello cuando se van el vacío es tan importante… a veces más
fuerte y doloroso que cuando se va otro miembro de nuestra misma especie.
Los animales son en muchos sentidos parecidos a los humanos.
Sienten, piensan, imaginan, desean, gozan, sufren, tienen su carácter personal, dones, virtudes y
limitaciones individuales, etc. Igual que nosotros, son una mezcla
de cuerpo físico y espíritu. De hecho, la palabra ANIMAL viene de ánima
(latín), que significa principio de vida, aire-suspiro, alma. Y al igual que
nosotros cuando fallecen, su esencia asciende a planos sutiles de existencia.
¿Cómo es para los animales la muerte?

Hay
elementos de apego a su familia o a su cuerpo, pero están mucho más
listos que nosotros a desprenderse de todo ello. Esto es así en gran
medida porque los animales no pierden la
conexión con su esencia a lo largo de su vida. Tienen muchas
cualidades y, entre otras, viven en el presente. Ellos sí saben quiénes son y
tienen muy pocas preguntas pues no se pierden en conceptos y todo esto se
refleja en el proceso de su muerte.
Sin embargo, sí puede haber dolor, apego o sufrimiento,
especialmente si sus humanos no reaccionan
en equilibrio frente a su muerte, ya sea con miedo, rechazo,
apego o negación. Aquí es bueno recordar que amar a alguien no es lo mismo que
depender o apegarse.
Muchas
veces los animales deciden vivir largas y dolorosas enfermedades esperando que
su humano madure y esté listo para dejarle ir. Puede ser que las personas
mantengan al animal con vida obligándoles a pasar por muchos procedimientos
médicos dolorosos, incluso frente a enfermedades incurables o con un cuerpo muy
deteriorado porque el humano tiene mucho miedo a la muerte… o bien puede
ocurrir justo lo opuesto: en vez de retenerles, deciden deshacerse del animal
demasiado pronto, una eutanasia “urgente”
porque en realidad el humano no puede tolerar su miedo a la decadencia,
el dolor físico o a la muerte en sí (“No
puedo verle sufrir”).
Para
dejar ir a nuestros amigos animales hace falta distinguir la
diferencia entre depender de alguien y amarle; así como
reconocer nuestro propio miedo a la muerte. La agonía y muerte es el momento
ideal de devolver lo que ellos nos dieron tanto en vida, amor
incondicional: “porque
te amo te dejo ir en libertad y confío en que seguirás tu camino aunque ya no
pueda verte o sentirte”.
La muerte es parte de un largo proceso de la
existencia en el que ocurre una transformación muy fuerte de un cuerpo físico a
uno energético, aunque la conciencia sigue presente, recordando, conociendo,
sintiendo.
¿Qué pasa al otro lado del velo?
Algunos animales se funden con fuerzas y energías divinas, otros
se encuentran en espacios de juego y nuevas aventuras disfrutando de un cuerpo
astral maleable y divertido. Otros se encuentran en espacios de “reparación” e
integración de las enseñanzas que vivieron en la Tierra; otros más pueden haber
ya reencarnado en el cuerpo de otro animal, ya sea de su espacie o de otra
distinta.
Y
en el peor de los casos, hay animales que no han podido
ascender por completo hacia planos luminosos de existencia, si
no que están perdidos, desorientados en espacios grises u oscuros.
Esto
último puede pasar por distintas razones. Una de ellas es cuando sus humanos no
les dejan ir. Estos se sienten destrozados y les llaman mental o emocionalmente
todo el tiempo, les piden consejo, perdón, compañía o que regresen. Los
animales no se pueden ir así y sienten que han de permanecer “cerca”… están
igualmente tristes.
En
estos casos, el humano debe tomar conciencia de la situación, puede cambiar su
actitud y “soltar” a su amigo. Así el animal puede seguir su camino y ascender
hacia planos más luminosos y vivir en paz su siguiente aventura.
La muerte no está separada de la vida,
cerramos ciclos todo el tiempo y comenzamos otros nuevos, como las olas del
océano, como el día y la noche. Es el vaivén de la impermanencia. Solo que en
nuestro espacio de conciencia/tiempo (span) la vida parece una unidad separada,
aislada y sin un antes o un después. Sin embargo, esta es la limitación a
verlo de una manera más integrada, simplemente porque los absolutos no existen.
La vida no tiene sustento ni significado sin la muerte.

Es muy raro ver animales deprimidos (o solo si están bajo el yugo de
los humanos), y entonces nos reflejan como estamos. La vida y muerte de los
animales que observamos nos enseñan sobre el flujo, son parte de la
naturaleza que fluye todo el tiempo. Ellos no se detienen y menos en el momento
de la muerte. La muerte, digamos, es un gran portal, al que entran y
salen “cosas”. Lo que regresa de ese portal es la profundidad de la vida, el
sentido último del presente.
Los
animales entran al regazo de la muerte con confianza. En aceptación de que así
son las cosas. De hecho, ¿por qué tendría que ser de otra forma? Somos los
humanos que intentamos detener el flujo o resistirnos a este paso, este portal.
Pero como el agua que se detiene en el hielo, el que se detiene ante el flujo
se congela y vive por un momento la infelicidad. Es así de simple.
El
lugar al que se van los animales no es como un sitio que puedas localizar en un
mapa. Es este mismo espacio que se despliega en varias dimensiones y tiempos. Los
animales son llevados al espacio/tiempo que les corresponda a cada uno, para
eventualmente tomar otro cuerpo y volver a ser parte de esta dimensión física,
y experimentar así otras partes de su Ser.
Esas dimensiones/tiempo no son nada especial, como tampoco es
nada especial esta dimensión/tiempo, pues todo es parte del flujo. Pero si
quieres saber, hay diferentes “jardines”, espacios, como si fuesen cuartos
distintos de una misma casa. Pero el Ser eventualmente recorre todos los
espacios de su casa, o de su creación.
En animales “dañados” por el hombre (o por cualquier otra causa
de la naturaleza que pueda dañarles, hay más fuerzas en acción aparte de
ustedes), se les eleva a un espacio de sanación, donde se
les restituye la fuerza perdida. Muchos de los animales no lo
necesitan, pero sí ascienden a espacios astrales donde viven otras lecciones
que corresponden al “tono” de su existencia.
Es
así que cada quién, en un principio de justicia Universal, recoge
exactamente lo que le corresponde. Una vez que su ser sea
llenado de esas gratas experiencias y se ha enriquecido, en algún punto de su
camino, un gran Consejo sabio de seres sin tiempo ni forma, ofrece su guía y
recomienda el paso a seguir. Y asea para que ese ser siga en planos sutiles, o
baje al mundo denso a volver a probar el agua…
Bajo
el rubro “animales” hay muchos propósitos y conciencias distintas. Algunos son
conciencias colectivas, otros más individuales, y todos ellos tienen siempre
espíritus guías que les procuran y cuidan. El viaje al mundo denso es una gran
aventura y no les abandonan. Tampoco cuando son almas jóvenes y requieren de más
guía. En todos los casos, siempre hay hermanos mayores
para apoyarles en su camino.
En
cuanto a las diferencias con los humanos, éstos tienen mayor confusión y
también un mayor potencial, simplemente porque son experiencias
distintas. Los animales son almas que tienen conciencia y chispa divina,
pero en cada caso el potencial es diferente (potencial para brillar, crear,
seducir, etc.). Un alma sí puede reencarnar en un animal y luego en humano o
viceversa. Es parte de las decisiones que tomamos antes de nacer y corresponden
también a nuestro Tono (o vibración).
A
un animal se le puede apoyar en la muerte con hierbas sagradas (salvia, romero,
jengibre son un buen acompañamiento. Pero en realidad hacer
una práctica espiritual que traiga paz es lo adecuado. Generar
un espacio sagrado, especial, de introspección y meditación, reflexión y
despedida. En la muerte los mundos se tocan y lo que parece inamovible regresa
a su verdadera dimensión de impermanente. Por ello la vida consigue una
profundidad y sentido especiales en este momento. Si, el rezo es bueno porque
nos conecta con la parte sagrada de lo que somos y nuestro mundo entra en un
paréntesis “especial”.
Al
rezar, se acompaña al espíritu del animal en su recorrido ascendente. Con
velas, incienso, un espíritu sereno como el agua de un lago con luna. Y hacer
esto hasta 2 hrs después de que se ha detenido el corazón es buena idea. Esto
disminuye las opciones de que ese ser pueda detener su viaje en aspectos más
densos del mundo espiritual.
El
sufrimiento del espíritu viene cuando el tono verdadero de ese ser no alcanza
el espacio que le corresponde por completo… y aunque se detenga en ese
espacio que no le corresponde, eventualmente todo regresa a su lugar exacto.
Tarde o temprano todo alcanza su equilibrio… pero como el
Universo se expande siempre, pues es una danza constante y perfecta.
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